Hoy se ve nublado, desde la ventana. Parece incluso que va a llover. Ya va más de un mes de viaje, de un hermoso viaje por Tucumán y, mayormente, Salta. No es una tristeza de extrañar a la familia, los amigos, la ciudad. Es una tristeza personal, anímica, casi un decaimiento. Imagino que el día acompaña. Supongo que ya es hora de moverme. Esa es la ventaja del viajero, tiene la chance de cambiar rápido de escenario y dejar atrás la tristeza con la sorpresa de las cosas nuevas.
Claudio me escribió desde Chicoana, me volvió a invitar para el fin de semana. Seguramente vaya. Pero falta mucho para el fin de semana. Podría probar salir mañana a San Antonio de los Cobres, quizá haga eso. Aunque no tenga el abrigo necesario, habrá que soportar una noche fría nomás. Tengo que ver el tema del alojamiento. Me comentan que sólo hay casas particulares para dormir o gendarmería. Igualmente suena interesante.
Mientras tanto, tengo que superar esta tristeza matinal. Voy a salr a caminar por Cachi, la bella Cachi. A caminar muy despacito y a pensar. Pensar en nada, como dice León Gieco.
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