7.1.11

Cachi

"Por acá no pasará el Tren a las Nubes, pero nadie duda que estamos más cerca de ellas que el resto del mundo", me dijo Claudio, un salteño orgulloso. Claudio no es de Cachi, es de otra parte llamada Chicoana. Pero juntos miramos para arriba y nos sonreimos. Cachi es casi un pueblo de Indiana Jones, el camino para llegar, el pueblo oculto y aislado entre montañas altísimas, las casitas blancas, de abode, coloniales. De no ser por los cientos de giles que estamos "turisteando" en las calles, sería perfecto.
Escribo mientras asoma el sol de la mañana, el clima es más benévolo que en otras partes. Claudio conoce Cachi y me prometió darme una visita guiada. Está sentado en una vereda alta (al estilo de las de La Boca, aunque hecha de piedras), las patas cuelgan y rozan la calle de baldozones hexagonales: todo una postal.

Ayer caminé solo por Cachi, empecé a subir un cerro cercano, me cansé, volví a bajar, seguí caminando, probé ají de nuevo, esta vez me picó menos. Estuve en la plaza, me colgué viendo los tres campanarios de la iglesia, ahí me lo crucé a Claudio que se sorprendió cuando le pregunté la hora porque "pensaba que eras un gringo". No me metí todavía a un museo que tiene piezas antiquísimas de cerámica ni fui a las ruinas de Puerto de la Paya (que están cerca de donde es Claudio y el me insiste para conocer). También me hablaron de San Antonio de los Cobres, camino a Chile, pero parece que el alojamiento es complicado y el frío de noche ni te cuento, y no tengo ropa como para eso.
Mientras tanto Cachi sigue preciosa, despejada, cerquita de las nubes, sin el tren, pero con ají.

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