Raros mis ritmos en este viaje. Me levanto tempranísimo (7.30, promedio), cisa que jamás logré en Buenos Aires. Algunos dirán que es porque estoy al pedo y me sobra el tiempo para dormir, entonces estoy tan descansado que puedo madrugar, ya sin cansancio acumulado. Yo siento que es por el cambio de aire, un poco, y por las ganas de hacer cosas, de conocer, de caminar, que tengo; motivación que en capital no hay regularmente (uno ya conoce todo).
Algo similar me pasa con la escritura. Lo primero que hago después de tomar unos mates con Ramiro (que sale tempranito a trabajar) es ponerme a escribir. A la mañana las cosas me salen más fácil, no pienso tanto las frases, no me quiero hacer el brillante y simplemente fluye el relato de lo que fue el día anterior o lo que se vendrá. No digo que quede impecable, pero sale.
Por el contrario, hay altos niveles de paja en otras tantas cosas. Por ejemplo, no logro activarme para subir la cantidad de fotos que voy acumulando del viaje (van cerca de 1000). El solo pensar en el trabajo que involucran de edición, clasificación, selección, etc. me mata el ánimo. Quizá un día haga el esfuerzo y me dedique un día entero hacerlo, así de paso las puedo compartir acá, quizá me concentre en disfrutar este largo viaje y las suba al final del camino. El tiempo dirá, lo más importante es que no planeo nada, las cosas van saliendo y así quedan. Ahora me voy a dar una vuelta por Salta capital, donde me quedaré un buen rato porque simplemente, como dice su slogan, es linda, y ver si visito un par de museos.
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