31.1.11

Embalse Cabra Corral

Yo diciéndole "Dique", y el nombre oficial era "Embalse", cosas de la vida. Un hermoso lugar a unos70km de Salta capital. Mientras el voto electrónico para las internas interesaba más a los diarios que a los potenciales votantes, mientras el clima sigue cambiando impredeciblemente, con el amigo Ramiro al volante, este servidor de copiloto y otros dos buenos amigos (Jorge y Martín) nos fuimos a acampar a Cabra Corral.

Apenas llegamos, abandoné la idea de caminar alrededor del espejo de agua, era demasiado, aunque ya me lo habían advertido, pero el "porteño porfiado" insistía en lograrlo. Algo mejor me fue con la pesca, un par de pejerreyes para alguien que jamás había ni agarrado una caña de pescar, no son para despreciar. Menos aún cuando esa noche aparecieron asados y con unos morroncitos. Regados, por supuesto, con una generosa cantidad de Cerveza Salta, que no es mi favorita, pero vino bien.

Observé desde la orilla el día siguiente, cuando se juntaron con otro grupo para intentar rafting. Supongo que después de tantas películas donde el botecito termina dado vuelta o estropeado contra unas piedras, le perdí las ganas. Mientras tanto, me fui a hacer una buena caminata por unos senderos que había cerca. Me perdí, como corresponde, pero me orientaron para volver, justo a tiempo para el mate y el trsite regreso. Me hubiera quedado algún día más.

27.1.11

La distancia

Continuando con la serie "Reflexiones que a nadie le importan", hoy me tocó recordar a la familia y los amigos, esos que aprueban o desapueban, extrañan o se desentienden a la distancia. Un viaje largo, como el que me propuse, acarréa toda una cantidad de temas asociados a la distancia, a la distancia permanente. No es lo mismo irse 15 días a la Costa que 6 meses o quién sabe cuánto más y sin destino definido.

Mi vieja se preocupa como si estuviera haciendo el viaje del Che por la selva colombiana, apenas ganó algo de tranquilidad el último mes, que ve que estoy en Salta, le da alguna especie de paz el saber que estoy en un lugar definido, aunque dentro de la misma provincia ya viajé cientos de kilómetros y pasé por paisajes muy diferentes (y ni hablar todo lo que me queda por recorrer). Mi viejo se lo toma con filosofía, aunque se preocupa un poquito, lo transmite con un más simple y menos dramático: "No hagás boludeces, pendejo". Mis hermanos están en la suya y cómo mucho piden alguna foto.

Los amigos son otro panorama. Los más cercanos extrañan juntarse a tomar una cerveza, ir a ver juntos las banditas del under porteño, los asados en casa. Otros, los que tienen tiempo de vacaciones, me preguntan qué onda el Norte, para ver si se vienen y de paso nos cruzamos un rato por estos lados. Muchos más no dan ni bola o twittean o comentan alguna gansada.

Por mi parte, extraño a la familia y a los amigos, pero con esa certeza de volverlos a ver tarde o temprano, de saber que siempre van a estar ahí y que para volver a la rutina, siempre hay tiempo. Por ahora, disfruto este viaje como nunca disfruté otro.

PD informativa: el fin de semana, si el tiempo acompaña, Ramiro me lleva a conocer el Dique Cabra Corral.

26.1.11

Disfrutando, aunque llueva

La lluvia o el mal clima suelen ser razón de enojo, malestar y, fundamentalmente, una catarata de puteadas para el que está de vacaciones. No es mi caso. La extensión de mi viaje me da la holgura suficiente como para que un (o un par) de días de mal tiempo no me amarguen. Hay otras alternativas para aprovechar el día, muchas más de las que uno imagina. Y no hablo sólo de los clásicos como ir al cine, al teatro o visitar un museo. Hay muchas opciones, dependiendo de los gustos de cada uno.

En mi caso disfruto mucho conociendo los café de Salta, tomando algo, leyendo un poco. Disfruto una tarde de mates (o cerveza, según el día y el espíritu) con el amigo Ramiro. Disfruto caminar hasta que se largue el agua y, donde me encuentre el chaparrón, quedarme resguardado bajo un árbol, o techito y observar la calle, la ciudad y la gente que pasa corriendo, apurada o no, durante horas. Disfruto subirme a un colectivo y hacer el recorrido completo hasta volver al punto donde me lo tomé (aunque me pregunten: ¿estás perdido, gringo?).

La experiencia es tan rara como maravillosa. Uno hace parte de la vida de lluvia que haría en su ciudad, pero disfruta cada cosa, tomándose el tiempo necesario. Lo que en Buenos Aires me enojaría y me haría putear, acá aprendo a disfrutarlo, a vivirlo. SI quiere venir la lluvia, que venga, ¡igual la paso bien!

25.1.11

Actividad / Inactividad

Raros mis ritmos en este viaje. Me levanto tempranísimo (7.30, promedio), cisa que jamás logré en Buenos Aires. Algunos dirán que es porque estoy al pedo y me sobra el tiempo para dormir, entonces estoy tan descansado que puedo madrugar, ya sin cansancio acumulado. Yo siento que es por el cambio de aire, un poco, y por las ganas de hacer cosas, de conocer, de caminar, que tengo; motivación que en capital no hay regularmente (uno ya conoce todo).

Algo similar me pasa con la escritura. Lo primero que hago después de tomar unos mates con Ramiro (que sale tempranito a trabajar) es ponerme a escribir. A la mañana las cosas me salen más fácil, no pienso tanto las frases, no me quiero hacer el brillante y simplemente fluye el relato de lo que fue el día anterior o lo que se vendrá. No digo que quede impecable, pero sale.

Por el contrario, hay altos niveles de paja en otras tantas cosas. Por ejemplo, no logro activarme para subir la cantidad de fotos que voy acumulando del viaje (van cerca de 1000). El solo pensar en el trabajo que involucran de edición, clasificación, selección, etc. me mata el ánimo. Quizá un día haga el esfuerzo y me dedique un día entero  hacerlo, así de paso las puedo compartir acá, quizá me concentre en disfrutar este largo viaje y las suba al final del camino. El tiempo dirá, lo más importante es que no planeo nada, las cosas van saliendo y así quedan. Ahora me voy a dar una vuelta por Salta capital, donde me quedaré un buen rato porque simplemente, como dice su slogan, es linda, y ver si visito un par de museos.

24.1.11

Un partido y el regreso del mufa


Perdón Salta, perdón hinchas de Centro Juventud Antoniana. Ustedes no lo sabían ayer, quizá no le sepan hasta ahora, perdieron por mi culpa... Y es que soy irremediablemente mufa, siempre que no voy a ver a Independiente, mi equipo. Por eso, ayer, cuando el amigo Ramiro me insistió para ir a ver el partido, primero le dije preventivamente que no; luego le insistí que no era bueno para su equipo y, finalmente, le expliqué esta extraña condición que me acompaña. Aun así, me llevó...
Y pasó lo que tenía que pasar, el pobre Santo sufrió mi presencia y perdió con Gimnasia de Entre Ríos. Me sorprendió ver al Indio Solari en el banco de Antoniana (equipo de Urtubey, según me explicaron). Fue un 1 a 0, pobre en general y bastante aburridón, auque la experiencia de ir a la cancha acá estuvo buena.
Aplausos para la hinchada antoniana que alentó siempre y para el tiempo que acompaño (:D). Disculpas para los hinchas de Antoniana y risas para Ramiro que me señalaba  la salida y -a los gritos y en broma- decía: "acá está, perdimos por este porteño mufa". Ja. La próxima seguro levantan, ánimo!

21.1.11

La Balcarce


Finalmente, señoras y señores, llegó la hora de la joda. Después de casi dos meses de viaje, buenos amigos y grandes experiencias, es hora de "bolichear" un poco. Ramiro y sus amigos me llevarán a "La Balcarce", la calle donde parece estar toda la fiesta de Salta capital, o al menos la más famosa. Desde bares hasta peñas y discos, parece que ahí hay de todo. Ya tengo curiosidad de conocerlo, de tanto que me hablaron, es más o menos como el Cerro San Bernardo (que cumplió) con creces. A veces, ellos parecen estar más emocionados de mostrarme el lugar que yo de ir, jajaja.
Mientras tanto hoy voy a ir caminando hasta el Centro, idea y vuelta desde este barrio (Castañares) para ver si empiezo a ubicarme un poco más. No parecieron tantas cuadras el otro día cuando lo hicimos en auto. Igual a esta altura del viaje, mi ritmo de caminata es alto, así que podré sobrevivir.
El día pinta bien, esperemos que algo menos caluroso que ayer, aunque ya aprendí que con el tiempo acá nunca se puede saber!

20.1.11

Un viajero no es un turista


Cuando las vacaciones son un viaje, no se hace turismo. Uno no corre, no se acelera, tiene tiempo. Para volver a sacar esa foto cuando el día esté lindo, para pasar dos veces por ese lugar que estuvo bueno. Para elegir el mejor transporte, para esperar la oportunidad. Para conocer el lugar y su gente en profundidad, para aprender esas palabras propias, encontrar los mejores lugares para comer, entender ciertas costumbres y no ser simplemente un ave de paso, un turista clásico.
Claro, la vida no siempre da la oportunidad de viajar por tiempo indeterminado. Hay quienes sólo pueden hacerlo una vez en la vida (como mi caso), hay quienes tienen el tiempo y el dinero para hacerlo cuantas veces quieran, hay quienes viven así, hay quienes -por razones particulares- se van a vivir a un lugar diferente del lugar de origen y experimentan la sensación. Pero no son la mayoría los que pueden ser viajeros, y no turistas. La experiencia, sin duda, vale la pena.

19.1.11

Cerro San Bernardo


Y finalmente llegué al famoso Cerro San Bernardo, una especie de everest salteño. Más que un cerro, un verdadero mito urbano. Uno de los hitos turísticos más nombrados, un lugar casi sagrado para los salteños.
Al entrar me inundaron con números: 1454 metros de altura, 2km hasta la cima, 1021 escalones y sólo 2 piernas para recorrerlos. Pero una vez atrás estos datos duros, se puede disfrutar de la belleza de un cerro hermoso que no sólo da marco a la Ciudad de Salta, sino que también sirve de mirador privilegiado.
Todavía no tomé el teleférico, ya habrá tiempo para eso. Esta vez, me dediqué a subir los escalones, que no se me hicieron tan incordiosos. Llegué más transpirado que Rocky e incluso me mojé con alguna lluviecita débil en el camino; pero llegué. La vista de la ciudad es buenísima. De esas vistas que parecen inagotables. Creo que pasé unas 4 horas mirando la ciudad, en serio. Distinguí canchas de fútbol, el centro y sus iglesias, algunos parques interminables, otros cerros (alguien me señaló uno que creo que me dijo que era el 20 de febrero), también me hablaron de que lo estaban reforestando, vi gente muy chiquita desde la altura, vi mi cara de turista en una autofoto, vi de todo, por horas.
Bajé y, como ya lo pedía mi organismo, me clavé un docenita de empanadas salteñas. Increíblemente hacía 4 días que no comía. Muy flojo, considerando mi ritmo de una docena día por medio. En sintonía con esto, Ramiro me habló de un lugar llamado "El Patio de la Empanada", que deberé visitar con 5 días de ayuno, por lo que me cuenta.
"Salta, la linda", viejo slogan, está siendo reemplazado en la promoción turística por "Salta, tan linda que enamora". Cualquiera de los dos le van muy bien.

18.1.11

Salta, capital


Finalmente, luego de un mes y algo de viaje, me instalé el Salta capital. Debo reconocer que el gen porteño ya me pedía algo de movimiento. Tan bien como me hizo la paz de lugares espectaculares y tranquilos como Cachi o SA de los Cobres, ahora necesitaba volver al ritmo urbano. Ayer tuve tiempo de hacer una pasada rápida por el centro y es increíble. Hay algunas iglesias que merecen ser visitadas y callecitas hermosas con barcitos con mesas en la calle.
Ya tengo más de mil recomendaciones sobre qué visitar que me pasaron Ramiro, quien me aloja gentilmente, y sus amigos, con los que ayer brindamos. Que La Balcarce, que el Cerro San Bernardo, que el Cabildo y la Catedral y el Convento... por suerte tengo mucho tiempo para recorrer todo tranquilo y, sobre todo, escaparle a las lluvias ocasionales que amenazan todos los días.
Estoy en un barrio llamado Castañares y todavía, absolutamente perdido en la ciudad, en especial si no me llevan para algún lado. Por suerte tengo un mapita mejor que el típico para turistas, así que espero pronto tener mejores referencias de dónde estoy.

17.1.11

De vuelta a Salta capital


Dejé ayer San Antonio de los Cobres, me hubiera gustado quedarme más, pero reconozco que el clima me venció. No tenía la ropa apropiada y el viento y frío de las noches me dejaba encerrado y deprimido.
De todas formas pude visitar la estación del Tren a las Nubes, el Viaducto La Polvorilla y caminar por todo el pueblo durante las mañanas y tardes. Es un hermoso lugar, donde uno se siente fuera del mundo. Aislado, tranquilo, con su propio ritmo.
Volví a comer cazuela de llama, aprendí el significado de "ocotudo" (suertudo, por decirlo diplomáticamente) y saqué lindas fotos (son todas en alta, por eso no las subo todavía, tengo que dedicarme un día a bajarles un toque la calidad para que las vean).
Ahora estoy de vuelta en Salta capital. Anoche, en un Hostel, pero en la tarde voy a lo del amigo Ramiro, que conocí en Cafayate, pero que es de acá y cordialmente me invitó a quedarme algunos dias en su casa. Con eso ahorro algo de plata y puede disfrutar con más tranquilidad y todas las comodidades de esta ciudad.
Parece que va a llover, está "dudoso", veré cómo viene mientras tomo el desayuno y ahí decido si doy una vuelta o me quedo a leer un rato.

13.1.11

San Antonio de los Cobres y el viento


Finalmente llegué a SA de los Cobres. Un lugar tan espectacular como curioso. Llegué ayer por la tarde, cuando caía el sol y un viento continuo, persistente y frío empezaba a levantar. Encontré alojamiento rápido, me acomodé y tuve la peor idea: dar una vueltita. Había caído el sol y ni la salamandra a todo vapor del lugar ni las advertencias conocedoras de la dueña cambiaron mi opinión. La cambió el frío que tomé en esas 5 cuadras y que todavía no logro sacarme de encima.
Desolado, congelado, no dejó de ser una aventura, de ser espectacular ver el contorno de esas montañas como sobras en el horizonte oscuro, esas casas cerradas, resguardadas, ese porteño tarado que se congelaba mientras coleccionaba, también, esta experiencia para su blog.
El locro del regreso ayudó, la cama y el ambiente calentitos me devolvieron el ánimo y me dejaron una buena lección: sin la ropa adecuada, mejor me guardo en la noche.
Hay mucho para ver, contra mi pronóstico en este pueblo. Me hablaron del paso del Tren a las Nubes, de La Polvorilla (o algo así), de unas ruinas, de un cerro.
Por ahora me pasé la mañana organizándome para ver cómo sigo el viaje. Aunque pronto se impone volver a Salta capital y pasar un buen rato ahí. El tiempo dirá... mientras tanto, le escapo al viento.

12.1.11

De nuevo en Salta capital


Nadie me avisó hasta el atardecer de ayer que para ir a San Antonio de los Cobres debía volver a Salta capital. Pero así fue. Daniel, hombre amable, hablador y gran cebador de mate me alcanzó hasta la ciudad. Dejaba a su hijo en Cachi, visitando unos primos, y de vuelta "pa' no charlar solo" me trajo. De haber sabido que tenía que volver para acá, mejor pasaba por Chicoana a ver al amigo Claudio que me había invitado. Pero bueno, así es el destino, veremos sus razones.
Ahora estoy parado en algún punto de la Ruta 51, según el cartel, no muy lejos de la capital (de Salta, claro) y esperando un alma generosa que le haga caso a mi dedo cansado. Con algo de suerte, estaré hoy en SA de los Cobres. Espero que no muy tarde, porque me dicen que de noche, mejor que esté adentro de alguna casa o me voy a congelar. Daniel, en el camión, me habló del viento de allá, del frío en las noches, y la verdad me asustó un poquito. Aunque conociendo mi tolerancia al frío (mucho mejor que al calor) me tengo fe. Será un desafío supongo. No cualquier mochilero llega hasta allá, así que haremos patria, mis amigos.
Esperando reportear mañana desde allá, y no congelarme en el intento.

11.1.11

Mi día triste


Hoy se ve nublado, desde la ventana. Parece incluso que va a llover. Ya va más de un mes de viaje, de un hermoso viaje por Tucumán y, mayormente, Salta. No es una tristeza de extrañar a la familia, los amigos, la ciudad. Es una tristeza personal, anímica, casi un decaimiento. Imagino que el día acompaña. Supongo que ya es hora de moverme. Esa es la ventaja del viajero, tiene la chance de cambiar rápido de escenario y dejar atrás la tristeza con la sorpresa de las cosas nuevas.
Claudio me escribió desde Chicoana, me volvió a invitar para el fin de semana. Seguramente vaya. Pero falta mucho para el fin de semana. Podría probar salir mañana a San Antonio de los Cobres, quizá haga eso. Aunque no tenga el abrigo necesario, habrá que soportar una noche fría nomás. Tengo que ver el tema del alojamiento. Me comentan que sólo hay casas particulares para dormir o gendarmería. Igualmente suena interesante.
Mientras tanto, tengo que superar esta tristeza matinal. Voy a salr a caminar por Cachi, la bella Cachi. A caminar muy despacito y a pensar. Pensar en nada, como dice León Gieco.

10.1.11

Las pobres llamitas


Si, lo hice, comí llama. No sé si pueda volver a ver a uno de esos simpáticos animalitos a los ojos nuevamente. No sé, no es como una vaca, un chancho, un pollo, un pez: son diferentes. Quizá sea su parsimonia, su tranquilidad suprema, sus pestañas largas, su feliz presencia por todo el norte. Lo que sea, me hace sentir algo de pena. Probablemente llegué a la misma conclusión a la que llegan los vegetarianos o entendí la repulsión que causa comer gato o perro para nuestra sociedad (no así para otras). El tema es cuando el animalito que comemos está demasiado humanizado o se siente demasiado cercano. Las vacas ni las vemos los porteños, están en el campo, al borde de la ruta cuando viajamos, pero en lo cotidiano están cortadas y envasadas. Así es más fácil. Pero las llamitas, las pobres llamitas...
En cuanto al plato en sí, era un guisado, que estaba más que bueno. Algo a lo que ya me acostumbró la gastronomía salteña. Fuera de mi adicción crónica a las empanadas, casi todo lo que probé acá me encantó.
Sigo en Cachi, tentado para ir a Chicoana y a San Antonio de los Cobres, decidiré en los próximos días.

7.1.11

Cachi

"Por acá no pasará el Tren a las Nubes, pero nadie duda que estamos más cerca de ellas que el resto del mundo", me dijo Claudio, un salteño orgulloso. Claudio no es de Cachi, es de otra parte llamada Chicoana. Pero juntos miramos para arriba y nos sonreimos. Cachi es casi un pueblo de Indiana Jones, el camino para llegar, el pueblo oculto y aislado entre montañas altísimas, las casitas blancas, de abode, coloniales. De no ser por los cientos de giles que estamos "turisteando" en las calles, sería perfecto.
Escribo mientras asoma el sol de la mañana, el clima es más benévolo que en otras partes. Claudio conoce Cachi y me prometió darme una visita guiada. Está sentado en una vereda alta (al estilo de las de La Boca, aunque hecha de piedras), las patas cuelgan y rozan la calle de baldozones hexagonales: todo una postal.

Ayer caminé solo por Cachi, empecé a subir un cerro cercano, me cansé, volví a bajar, seguí caminando, probé ají de nuevo, esta vez me picó menos. Estuve en la plaza, me colgué viendo los tres campanarios de la iglesia, ahí me lo crucé a Claudio que se sorprendió cuando le pregunté la hora porque "pensaba que eras un gringo". No me metí todavía a un museo que tiene piezas antiquísimas de cerámica ni fui a las ruinas de Puerto de la Paya (que están cerca de donde es Claudio y el me insiste para conocer). También me hablaron de San Antonio de los Cobres, camino a Chile, pero parece que el alojamiento es complicado y el frío de noche ni te cuento, y no tengo ropa como para eso.
Mientras tanto Cachi sigue preciosa, despejada, cerquita de las nubes, sin el tren, pero con ají.

5.1.11

Por fin... Cachi


Ruta 68, algo de lluviecita leve y en una combi me voy de Salta capital. Es temprano y me gana el sueño, me despierto en El Carril (el conductor me despierta con su anuncio: "El Carril", grita). Ahora la ruta es la 33, una ruta provincial, según dice el cartel. "Empieza lo mejor" me dice un compañero de viaje, Julián, que ya estuvo en Cachi hace 3 años.
Y empezó lo mejor. Parece otro paisaje, mucho más verde que en el resto de lo que había recorrido, un río abajo y la Quebrada de Escoipe (señala el chofer). Nos quedamos mirando.
El camino avanza y vuelve la aridez, de a poco, crece, como la altura y la somnolencia de los que estamos ahí. Julián se acuerda tarde de tomar una pastilla para el mareo, ya está descompuesto por las curvas. Apenas lo distrae la Cuesta del Obispo. Bajamos para hacer fotos. En la altura, mirando el serpentéo del camino, "contemplen ese camino, esa mirada suya es la mirada habitual del cóndor", agrega el chofer. Y aunque es algo cursi la idea, no deja de ser precisa. La imagen del cóndor es perfecta para el momento... y todos miramos.
Cardones, paisaje norteño típico, la Recta del Tin Tin parece interminable (foto con Stitch). Apenas rompen la monotonía un par de cardones, alguna vicuña que escapa y los cerros Negro y Tin Tin, a uno y otro lado del camino. El pobre Julián también sufre la altura, no tiene respiro.
Por fin, Cachi. El viaje fue largo, hermoso, pero largo. Estamos cansados, Julián casi destruido. El calor de la tarde agobia. "El pueblo blanco", nos dice sonriendo el chofer cuando llegamos. Es blanco. Necesitamos descansar, salimos a buscar alojamiento.
Esto fue ayer. Hoy: paseo.

3.1.11

Fin de año a la salteña


Pasó nomás el 2010, se fue, para mí, en tránsito. Lo pasé en Cafayate, una ciudad hermosa, que dejé el 1 de enero a la noche y ya extraño. Estoy en Salta capital, en lo del amigo Ramiro, aunque como veo que esta ciudad vale quedarse un buen tiempo, es posible que primero visite algún pueblo más pequeño antes (todos me hablan de Cachi).

En Salta viene lloviendo seguido. La ciudad es preciosa, el centro con la catedral, la plaza y los bares con mesitas a la calle es increíble. Ya me hablaron del Cerro San Bernardo y de "La Balcarce" que parece que es donde está la joda.

Pero mi cabeza todavía sigue en Cafayate. Hasta ahora pasé ahí los mejores momentos de mi viaje. Fue el lugar que me permitió -de alguna manera- empezarlo. No me sentía de viaje hasta Cafayate. Tucumán lo encaré con la velocidad del turista, y me arrepiento. Por suerte tendré tiempo de volver en mi regreso. En Cafayate encontré la calma, me acostumbré a que tengo tiempo para viajar y nadie me corre, a que hay cosas que vale la pena visitar dos veces, a que tirarse una tarde entera en la plaza a tomar mate o pasar algunos días sin dormir no es un pecado ni mucho menos un desperdicio.

El fin de año, en concreto, fue con un asado exquisito que se prepararon en el Hostel (aunque confieso que extrañé las empanaditas salteñas). Fue raro recibir el 2011 rodeado de gringos y extranjeros y algunos otros porteños (desgraciadamente en plan turístico veloz). Por suerte después de la 1 cayeron Marcelo y Tomás, unos rionegrinos que conocí en el Anfiteatro y con los que me sentí más cómodo, ya relajado con varias botellas de Torrontés en la bodega.

Es raro empezar un año en esta calma, en esta belleza. No está el apuro de volver al estudio, al trabajo, de visitar y saludar a todo el mundo. Casi no se siente el cambio de año cuando todas esas expectativas quedan a la espera de un regreso a Buenos Aires. Mi 2011 empezará mucho más tarde o, quizá, mejor. En la calma y belleza de Salta, en la tranquilidad de un viaje.