Mañana temprano me voy para Iruya. Claro, si el muchacho que vende los pasajes en la terminal lo autoriza. Calculo que el mejoramiento del tiempo va a colaborar para que así sea.
Mientras tanto, me preparo despidiéndome de los últimos resabios de urbanidad. Pasé por un Vea para comprar algunas cosas pal viaje (sólo una precaución por si allá está todo a precio de turista) y por la farmacia para las pastillas de la altura que, si bien todavía no me afectó, nunca se sabe.
Si voy con la esperanza de seguir llenándome de empanaditas. (Ya estoy pensando una forma de traficarlas a Buenos Aires cuando me tenga que volver). También tengo la idea de caminar hasta el cercano pueblo de San Lorenzo, algo que varios en Facebook me han dicho que vale la pena. Me recomendaron una casa para quedarme, mejor que el camping que está frente a la ciudad. Y me avisaron que me prepare para un viaje largo y complicado, porque el camino no es el mejor.
Advertencias y consejos aparte, estoy feliz por volver a la calma de un pueblo (más aun cuando me dicen que ya no hay tantos turistas por allá). Tendré tiempo para pensar, para seguir escribiendo estas pavadas y ver cómo sigue mi viaje, después de la larga estadía en Salta capital.
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