Para un porteño acostumbrado a ver asomar la luz del día entre las persianas de un departamento. A enterarse que amaneció poruqe el ruido de la calle aumenta con el caudal de autos que circulan. A saber que está saliendo el sol pero no por dónde, un amanecer el Salta puede verse como el amanecer más lindo del mundo.
El cambio de luz es progresivo. Se ve asomar primero uma línea roja sobre los cerros. Esa línea se curva despacio, a medida que se aclara hacia un amarillo intenso y los primeros rayos iluminan el cielo (antes negro, ahora de un azul profundo, que también irá aclarándose). Más colores todavía si está nublado, las nubes también cambian (de violeta a rosado, de gris a naranja, amarillo y otros que no puedo alcanzar a describir). Esa mancha amarillenta es borrosa, parece temblar mientras crece. Un poco más y el cielo clarea, a nuestro alrededor empiezan a distinguirse las cosas, pero la mirada vuelve a esa salida, a ese cerro que también se empeña en cambiar de color, como el cielo, como el sol, como todo alrededor. La mitad ya está afuera, el cielo era celeste nomás, como contaban en la escuela. Ya cuesta mirar el sol. Un rato más y se despegará del cerro, subirá hasta el punto e que incluso en Buenos Aires pueda verse.
Aunque allá ni sospechen que el amanecer más lindo del mundo está acá y que el sol, de poder elegir, saldría siempre acá, en Salta.
Hermosa descripcion, muy bueno, y que bueno que puedas disfrutar de un amanecer en el Cerro San Bernardo o mirandolo desde abajo, esa es mi duda que me queda.
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