28.4.11

No caer en el punto de dejar de disfrutar el viaje


Tremendo título, ¿no? Es que es lo que estoy pensando en estos días. Cuando salí de Buenos Aires hace más de 5 meses, mi idea era hacer un gran viaje por el norte argentino, Bolivia, Perú y más allá. El famoso año sabático de viaje después de haberme recibido. En el medio pasaron mil cosas, conocí gente buena onda en varios lados, recorrí paisajes espectaculares, pasé un carnaval, una elección y otros tantos sucesos extraordinarios y me quedé buena parte en la ciudad de Salta, porque encontré acá un segundo hogar.

De pronto, algo inesperado me complicó el panorama: una oferta de trabajo. El amigo Ramiro, que me aloja en Salta (y ahora hasta amenaza con presentarme una prima) le comentó de mí a un amigo que andaba buscando diseñador gráfico para su empresa. Fui a una entrevista, la primera de mi vida, me sentí cómodo, pero pasaron las semanas y nada. Ayer (o anteayer, ya me perdí), me volvieron a llamar, diciendo que querían tener una segunda entrevista. No me dijeron si ya era para contratarme, si el proceso era largo o qué. Lo concreto es que me vuelve a entrar la duda sobre si seguir mi viaje o probar quedarme a vivir un tiempo acá en Salta y hacer mi primera experiencia laboral. El problema es que en esta disyuntiva, no estoy disfrutando el viaje, que era el objetivo original.

¿Qué hacer entonces? ¿Me quedó?, ¿Agarro el trabajo? ¿Saldrá el trabajo? ¿Largo todo y sigo el viaje?

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